JESUCRISTO FUNDAMENTO DE NUESTRA SEMANA SANTA


La historia comenzó en Belén de Judá. La escena del portal de Belén ha dado lugar a una de las imágenes mas entrañables de nuestra historia familiar y a la fiesta más cálida en los fríos inviernos: la Navidad, en ella celebramos el origen de esta historia de amor de Dios al hombre.

Jesús vive en Nazaret un pequeño pueblo de Palestina, patria del pueblo Judío, gobernado por tres poderes.

-Pilatos, que representa a los romanos, el pueblo invasor, su único objetivo es obtener tributos.

-Herodes que representa al poder político del pueblo judío sometido. Administra la ley humana y mantiene su estatus con el fin de que se mantenga la paz social.

-El Sanedrín que representa al poder religioso, siguen la ley divina, rígida y cerrada, que discrimina a las personas por razón de su raza, sexo, etc, presentan a un Dios vengador y justiciero.


El secreto de Jesús: "Jesucristo es Dios y hombre verdadero"

Jesús de Nazaret no deja indiferente, muchos han visto en Jesús al profeta, al hombre iluminado y valiente, otros ven en Jesús a un revolucionario que quiso subvertir el orden establecido denunciando la hipocresía y la injusticia y proponiendo una nueva forma de vida basada en el amor mutuo.

Tampoco en su tiempo Jesús dejó indiferente a nadie, impactó en la vida de sus discípulos, realizó milagros patentes entre los suyos, se opuso a los poderosos a los fariseos, anunció que los pobres y perseguidos iban a ser lo privilegiados y anunció el Reino de los Cielos.

Pero los ideales de Jesús no eran de este mundo, ni siquiera eran propiamente los suyos, sino del Padre, unos planes de Dios para el hombre que no coinciden con la idea que el pueblo de Israel se había venido haciendo de su liberación y del Mesías, ni siquiera sus discípulos lo comprenden entonces.

Y es que muchas veces la imagen y los deseos que nos hacemos los hombres, están muy lejos del camino trazado por Jesús de Nazaret, un camino basado en una respuesta fiel a lo que el Padre le pide.

El programa de Jesús consistió en hacer posible el Reino de Dios en la tierra, no solo combatiendo la miseria física, sino sobre todo, ofreciendo un estilo de vida incompatible con las ambiciones de este mundo, luchando por la condición humana.

La llegada de Jesús al mundo supone la instauración de un orden nuevo en el que el hombre no vive ya esclavizado por la ley.

Es fiel al Padre y por ello se enfrenta con toda la sociedad de su tiempo.

Jesús acepta la autoridad y las leyes de su tiempo, pero se sitúa ante ellas con entra libertad, ante los escribas y fariseos, adopta una postura critica en la interpretación de la ley, ante los sacerdotes, Jesús da un giro radical del régimen de la Antigua alianza, Jesús establece un nuevo orden en las relaciones del hombre con Dios, a quien muestra como Padre cercano.

La mayoría de los contemporáneos de Jesús quedaron escandalizados por esa apuesta por los más débiles y por los pecadores.

Los escribas y fariseos acusaban a Jesús de dar un mensaje de subversión que anteponía los últimos, viudas, leprosos y prostitutas a los primeros.

Si Jesús hubiera vivido de otra forma, no hubiera muerto en la Cruz, pero él prefirió la muerte antes que engañar y mentir, antes que callarse ante las cosas que estaban mal y las injusticias del mundo.

Solo su Madre, el discípulo amado y algunas mujeres le acompañaron hasta el final. Con su muerte construye una nueva sociedad basada en los valores del Reino de Dios.

Cristo crucificado es “poder de Dios y sabiduría de Dios porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres y la debilidad divina más fuerte que la fuerza de los hombres”.

Los apóstoles comenzaron su predicación por el testimonio de algo que al mundo le parece absurdo, sencilla y llanamente que Jesús es el Cristo y que ha resucitado.

Id pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñarles a guardar todo lo que yo es mandado" Como el Padre me envió yo también os envío.

Ésta palabras nos lanzan a la misión de los hijos de Dios, vivir y realizar en nosotros la vida del Padre.