En primer lugar hay que mencionar el Lignum Crucis de la Vera Cruz de Bilbao, una reliquia de la Verdadera Cruz de Cristo, cuya autenticidad viene firmada por el prefecto del "Sacrarii Apostólici", José María Castellani, el 3 de marzo de 1848, y ratificada por el obispo de Vitoria, Carmelus Ballester el 14 de julio de 1947, es conservada por la cofradía y se le rinde culto propio el 14 de septiembre con motivo de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz. Esta reliquia aparece en los inventarios de la cofradía desde los primeros tiempos de su fundación.

El Lignum Crucis se guardaba en un relicario de plata y lapislázuli, de estilo rococó, fechado en 1848, y que actualmente es usado para los cultos en el templo.

En 1.954, con motivo del cuarto centenario de la Cofradía señera de la Villa, el resto de las Cofradías bilbaínas le regalaron un nuevo relicario, también en forma de cruz, de plata repujada y con esmaltes, en los que se representan escenas de la Pasión. La obra fue encargada a los talleres madrileños de Arte Granda. Las 11 cofradías de la época aportaron 42.000 pts. siendo recaudado el resto, hasta las 65.000 pts. que costó, entre instituciones políticas, financieras, económicas y personales de la Villa. El nuevo relicario fue realizado por los Talleres Granda.

Actualmente el Lignum Crucis procesiona sobre un anda, bajo palio, de reciente ejecución y es portada por los niños de la cofradía abriendo las procesiones de Miércoles, Jueves y Viernes Santo. También preside esta reliquia el Vía Crucis, que recorre las Calzadas de Mallona hasta la Basílica de Begoña, el Viernes Santo por la mañana, procediéndose a su adoración en el interior de este templo.

Recibe culto propio el 14 de Septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz.

 

Pinchando sobre el siguiente botón accederá a una pequeña reseña sobre el taller de ejecución del relicario procesional en el que se encuentra la reliquia de la Vera Cruz de Bilbao actualmente.

 

Historia de las reliquías del Lignum Crucis

Se conoce en la cristiandad como Lignum Crucis (del latín "Lignum", leño o madero, y "Crucis", de la Cruz) al leño de la Cruz en el que murió nuestro Señor Jesucristo, y, por extensión, a todo fragmento o astilla procedentes de la Verdadera Cruz de Cristo, hallada por Santa Elena, entre los años 325 a 327, en el Gólgota de Jerusalén.

Santa Elena, madre del Emperador Constantino, emprendió con ya casi ochenta años de edad un viaje a Jerusalén, buscando en la Ciudad Santa a la Santa Cruz sobre la que fue crucificado Nuestro Señor.

La referencia más antigua que documenta el hallazgo de la Verdadera Cruz se encuentra en la “Historia de la Iglesia”, de Rufino, escrita sobre el año 400, quien a su vez la toma de la “Historia eclesiástica”, escrita unos antes por Gelasio de Cesarea. Es muy conocida también la “leyenda áurea”, de Santiago de la Vorágine, escrita en el siglo XIII.

Santa Elena mandó destruir un templo pagano ubicado sobre el monte Calvario, y escavando bajo una cantera se encontraron tres cruces, los clavos y el titulus (el letrero con el “inri”). Santiago de la Vorágine atribuye a un milagro la identificación de cuál de las tres cruces era la verdadera, por la curación de una enferma. San Ambrosio de Milán (De obitu Theodosii, 45) y San Juan Crisóstomo (homilías sobre el evangelio de Juan, 85) afirman sencillamente que se encontró el titulus sobre una de las cruces. También parece razonable que, dado que la crucifixión de Cristo no estaba prevista (el evangelista San Juan narra que sólo Jesucristo fue clavado), la cruz era la que estaba precisamente taladrada. Cabe señalar que en la reliquia del Lignum Crucis de mayor tamaño que se conserva hoy día, la de Santo Toribio de Liébana, precisamente tiene el agujero de uno de los clavos.

Santa Elena mandó construir en el lugar del hallazgo la iglesia del Santo Sepulcro, que en el siglo VII sufrió graves daños al ser invadida Jerusalén por los persas, bajo el mando del rey Cosroes II, quienes se llevaron la reliquia de la Verdadera Cruz de Cristo, siendo recuperada años más tarde por el emperador Heraclio, conservándola en Constantinopla (Estambul) hasta su traslado de nuevo a Jerusalén.

Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador Heraclio dispuso acompañarla en solemne procesión a través de la ciudad santa, y quiso el emperador cargarla vestido con todos los lujosos ornamentos reales. Pero al ponerse el madero en el hombro quedó paralizado. El Patriarca Zacarías, que iba a su lado, le indicó que todo aquel esplendor imperial iba en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo cuando iba cargando la cruz por esas mismas calles de Jerusalén. Entonces el emperador se despojó de su atuendo imperial y, con simples vestiduras, avanzó sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la Cruz en el sitio donde antes era venerada.

Para evitar nuevos robos, la Santa Cruz fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, otro se quedó en Jerusalén y otro se partió en pequeñas astillas para repartirlas por las iglesias del mundo entero, que llamaron Veracruz (verdadera cruz), siendo precisamente este el origen de muchas hermandades de la Vera+Cruz en España.

Hoy día no se conservan todas las reliquias de la Vera Cruz encontrada por Santa Elena. La llevada a Constantinopla se perdió en una batalla en el siglo VIII e igual suerte tuvo en el año 1187 la parte que quedó en Jerusalén, cuando los cruzados la llevaron a una batalla.